N° 2 - ESTACIONALIDAD
Dejemos que el perfume siga una cierta estacionalidad: elijámoslo y tomemos la mejor emoción que pueda darnos; son los olores los que guían las estaciones.
¿Cuántos días hemos pasado en una playa, envueltos por el sonido de las olas, dejando que nuestro cuerpo se caliente bajo los rayos del sol?
¿Cuántos momentos pasados en la montaña a la sombra de un árbol, envueltos por el sonido de las ramas al viento?
Sea cual sea el destino, sea cual sea el propósito de nuestro viaje, en verano reinan la ligereza y la energía.
Y para celebrarlas en su máximo esplendor, las notas perfectas son las frescas, cítricas y herbáceas, o incluso acuáticas; y así hasta todas esas fragancias que uno se imagina que recogería en un paseo por la costa, en un sendero en las colinas: enebro, bergamota o melocotón: ¿qué perfume elegiría en los días calurosos de verano?
El otoño es cálido, a veces melancólico, un estímulo continuo para una infinidad de nuevos olores que buscar; después de una temporada pasada al aire libre embriagados por cada segundo, con la llegada de septiembre el sol parece cada vez menos cálido, y nos preparamos para acoger los primeros fríos: nos abrimos a nuevas emociones.
Así, como un paseo con nuestro jersey favorito, salimos en busca de nuevos estímulos olfativos, capaces de hacernos sentir protegidos y envueltos: un triunfo de la uva y el almizcle, las frambuesas o la pimienta negra, la vainilla o el clavo.
En invierno la sensación de protección llega a su punto álgido; el calor de nuestro hogar, el descanso, el momento de las fiestas que pasamos con los amigos se hace fuerte, y las mejores notas para coronar estos momentos son pesadas y explosivas, intensas y capaces de despertar los sentidos.
El sándalo y la canela, el pachulí y el azahar se vuelven perfectos, así como el vetiver y el cuero para hacernos sentir inmensamente felices.
Escrito por Adele